INFO C.A.I. _ 24-02-2013

martes, 13 de octubre de 2009

River consiguió que el Diablo le hiciera precio (Diario Crítica)

El 3-1 final quedó lejos de reflejar la superioridad de Independiente
A los 33 minutos del primer tiempo, el Rojo ganaba 3-0, con goles de Gandín, Piatti y Silvera. Después levantó el pie del acelerador. Gallardo descontó a los 89, de penal.

Pudo haber sido una goleada histórica, pero la sorprendente mezquindad del Independiente de Américo Gallego le permitió a un River catatónico quedar a sólo dos goles de distancia cuando en un momento parecía que la diferencia se podía estirar indefinidamente. El 3 a 1 final da la sensación de un partido intenso y con cierto equilibro, pero esa descripción sólo sirve en parte para la primera etapa. Allí, el Rojo sacó la ventaja de tres goles y luego dedicó todo el segundo tiempo a refugiarse en su campo frente a un adversario desmoralizado e inofensivo. River enfrenta un futuro incierto con un plantel devastado por la desesperanza y un técnico mediocre cuya primera señal visible fue no poner a Ortega ni en el banco. Repitió el mediocampo de la despedida de Gorosito, con Almeyda, Galmarini y Archubi, es decir, un jugador casi retirado y dos volantes que gastaron todas las oportunidades posibles de afirmarse en la Primera de River. Si siguen jugando es porque detrás de ellos está el abismo. O porque los técnicos ven los partidos desde una ubicación a ras del campo de juego, donde no se distinguen las jugadas.

En el primer tiempo, River sólo tuvo tres problemas: la debilidad defensiva, la incapacidad ofensiva y la inutilidad de su línea de volantes. En el fondo, la cantidad de distracciones y de huecos fue enorme. A ello hay que sumarle que Navarro estuvo lento de reacción en dos de los goles, muy atado a la raya y sin posibilidad de compensar con esfuerzo atlético o reflejos. Los delanteros de Independiente llegaban a situaciones de gol con facilidad, sin demasiado esfuerzo. Los centrales no cortaron casi nunca y los laterales cerraron invariablemente mal.

Como fue dicho, Almeyda, Galmarini y, en menor medida, Archubi, tuvieron una tarde para el olvido, sin generar una sola habilitación decente a sus delanteros, pero sobre todo absolutamente incapaces de detener el avance de Independiente. Buonanotte puso toda su voluntad por delante de ellos y junto con Fabbiani acercaron cierto pálido peligro al arco rival (Bou no repitió su buen partido contra San Lorenzo y pasó casi inadvertido). Cuando con el último resto de vergüenza deportiva, River arrinconó a Independiente, apareció la solvencia de Gabbarini, el arquero rojo, que le sacó una pelota en la línea a Fabbiani demostrando muy buenos reflejos.

En el segundo tiempo entraron Gallardo y Mauro Díaz por Galmarini y Bou. River se dio los primeros quince minutos para lograr un descuento que mantuviera el partido vivo. Como eso no sucedió, la última media hora resultó totalmente superflua. Independiente renunció al ataque y lentamente también al contragolpe, dejando un delantero solo arriba, como para cumplir con una reglamentación. En toda la segunda parte se limitó a agruparse en la línea de medios y a mantener la defensa adelantada. Eso hizo que se jugara en una franja de treinta metros, y que apareciera en offside cualquier jugador de River que quería perforar esa barrera. El desánimo de los millonarios contagió al partido y casi hasta su rival, languideciendo unos y otros, hasta que en una de las últimas jugadas Mauro Díaz fue detenido con falta por el buen arquero de Independiente. El penal de Gallardo le dio a River un resultado que lo alejaba apenas de lo que parecía una catástrofe.

Si bien es claro que no puede haber salvadores para este equipo que se hunde partido a partido arrastrando en su caída a todo tipo de entrenadores, es evidente que la decisión de Astrada de “preservar” a Ortega no fue para nada feliz. En los momentos candentes, se necesita que pongan el pecho los jugadores experimentados, los que pueden absorber la presión de una platea enfurecida y sedienta de sangre. El jujeño ha demostrado que, aun sin estar en la plenitud, es la única posibilidad que tiene River para mostrar una apariencia que no sea desastrosa. Por otra parte, todos sabemos cómo sigue esta historia. En algún momento, Astrada dejará de ser el técnico y la tribuna seguirá coreando el nombre de Ortega.

La hinchada está caliente

La tarde de los hinchas de River comenzó a pura esperanza. Ovacionaron a Leo Astrada y prácticamente llenaron las tribunas, confiados en que la llegada del Jefe podía ser el golpe anímico para sacar a este plantel del pozo. Sin embargo, rápidamente se vieron desencantados tanto por el juego como por el resultado.

Tras el segundo gol, desde la popular nació un rugido que se fue expandiendo por las plateas: “Jugadores, la con*** de su madre, a ver si ponen huevos…”. Y pegadito, ya con menos consenso, la barra brava bramó: “Se va acabar, se va acabar, / la dictadura de Aguilar” y “River va a salir campeón, / el día que se vayan todos los hijos de pu** de la Comisión”, un canto que repitieron unos cien de hinchas al término del partido en la confitería del club.

En la campo, Almeyda y Buonanotte protagonizaron una fuerte discusión y cada error de Galmarini y Archubi, que fueron muchos, desataba una silbatina generalizada. El imán de toda la ira fue Fabbiani. Abucheado e insultado, pidió silencio cuando fue reemplazado y, ya sentado en el banco, se largó a llorar.

Por Gustavo Noriega

Fuente: Crítica de la Argentina

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