INFO C.A.I. _ 24-02-2013

domingo, 6 de diciembre de 2009

BOCA 1 - INDEPENDIENTE 2
Al final, el Rojo puso nocaut a Boca (Diario Crítica)

En un partido reñidísimo, el Xeneize ganaba por puntos, pero Independiente embocó el último golpe Fue 2-1. Abrió la cuenta Silvera, en el primer tiempo. A los 10 minutos del segundo igualó Mouche y a los 42 lo definió Piatti.

Juan José Becerra
Boca e Independiente. No pongamos el trillado versus entre las dos grandes potencias argentinas que tantas veces han triunfado en el exterior y tantas otras han tenido que añadirle estantes a sus vitrinas encopadas. Pero hoy son casi partículas de la misma lágrima que lamenta llegar a las últimas fechas del torneo sin expectativas a la altura de sus historias.

Tal vez por eso, el primer tiempo fue muy bueno. Arreciaron situaciones de riesgo no solo en las áreas: también en los arcos. El equipo de Basile montó un sistema de vigilancia agresiva casi sobre los guantes de Gabbarini. Con los alfiles extra large Palermo y Viatri, Gaitán como tercero fantasma y no sólo las llegadas del Pocho Insúa sino también las de Medel y hasta las de Rosada, Boca jugó su primera mitad en estancia contraria. Armó llegadas masivas y vistosas que no fueron acompañadas por la fortuna, pero su fútbol quedó bien parado en la primera memoria de partido.

Independiente también buscó armar escenas de ataque, pero lo hizo con algunas interrupciones ocasionadas por el hecho de que se le hacía difícil salir, recostado sobre sí mismo por la presión multidisciplinaria de su rival. Pero cuando la pelota pasaba esa primera línea de obstrucción, una salida de garage sobre la que Boca estacionaba su semirremolque, sus llegadas se hacían más francas e inquietantes para Abbondanzieri, quien sacó dos pelotas de gol: un cabezazo de Silvera y un zurdazo en escalada de Mancuello, definiciones que llegaron por la franja izquierda, afectada a medias por la vigilancia de Ibarra.

Pero no se distraigan. Las llegadas del visitante habrán sido en gran medida por la izquierda pero el gol llegó por la derecha. Se escapó Gómez por su lado, enganchó frente la figura más bien estática de Krupoviesa (en posición de grulla), y mandó un gran centro a espaldas de Paletta que Silvera conectó arrojándose con la punta de un botín hacia delante y convirtió en realidad su sueño y la pesadilla de Boca, que basta que se preste con generosidad a un intercambio de ataques para que le vaya mal.

Pero a Boca no le importó el traspié parcial. Había tenido y desaprovechado varias oportunidades, incluyendo un cabezazo controlado de Martín Palermo que dio en la costura de un palo y el ángulo, y siguió teniendo otras, además de la pelota, que hacía circular con calma y siempre hacia delante. Es cierto que el partido tenía algo de kilómetro cero, como esos clásicos que se juegan en Mar del Plata y en los que ganar o perder no se traduce del todo en ganar o perder (todos los partidos de enero son conceptualmente un largo empate), pero la diferencia con este Boca- Independiente es que aquí se jugaba por algo, aunque ese algo fuese el deseo honroso de jugar bien.

Con esa buena imagen salieron a jugar la bolilla que faltaba. Y todo siguió igual. Las tribunas siguieron inflamándose de “¡Uh!”, que los coros extasiados cantaban cada dos o tres minutos. En eso empató Boca. Palermo peinó un pelotazo, el maravilloso Nicolás Gaitán escapó por la izquierda y le sirvió a Mouche un centro tanto o más hermoso que Luli Fernández, por nombrar una belleza argentina cualquiera.

A esta altura de la noche, una altura muy elevada en emociones y satisfacción formal, la pregunta era: ¿a quién le importa cómo va el partido? Qué importa si van 5 a 5 o 0 a 0. Después del empate pasó de todo: hubo calambres, atajadas milagrosas, tiros en los palos, caños, etc. De pronto, una idea se abre a la luz de los hechos: qué pasaría si los partidos de fútbol se definieran por puntos. Pero justo en ese momento llegó el gol de Piatti luego de una pared con Silvera ejecutada con comodidad en el corazón de la defensa local. Faltaban dos o tres minutos que no pasaban nunca. Hasta que pasaron. El clásico se inclinó a favor de Gallego y su equipo, y en contra de Boca. Esta vez no fue un acto de justicia por parte de lo que llamamos realidad, aunque jugar bien también es una realidad, en este caso romántica, pero mucho más llevadera que la de perder jugando mal.

Triunfo en la Bombonera después de 13 años

Además de quedar tercero en el Apertura, Independiente ganó anoche en la Bombonera después de 13 años, algo que no hacía desde el Apertura de 1996, cuando superó al Xeneize en su casa con un gol de Franciso Guerrero. La definición de Andrés Silvera y el golazo de Ignacio Piatti sirvieron para cortar una racha maléfica.

Aquella tarde de la última década del siglo XX –en la que todavía los de Avellaneda lideraban el historial de enfrentamientos– sucedió un choque de estilos entre dos campeones del mundo: el Rojo estuvo dirigido por César Luis Menotti, mientras que en el banco de los locales se sentó su acérrimo rival, Carlos Salvador Bilardo.

El duelo entre diablos y bosteros tiene una curiosidad: desde sus días fundacionales, Independiente siempre tuvo de “hijo” a Boca. En 1989, el Rojo le llevaba ocho partidos de ventaja (la máxima diferencia), pero a partir de ese momento, el Xeneize empezó a descontar la brecha hasta darla vuelta completamente.

Hace poco, como para ratificar esa tendencia, Boca acumuló un invicto de ocho partidos (seis triunfos y dos empates) que se rompió el torneo pasado, cuando Independiente le ganó con dos goles de Daniel Montenegro en la cancha de Huracán. Ahora, aunque aún está cinco encuentros por debajo, el Rojo sumó dos triunfos seguidos.

Fuente: Diario Crítica de la Argentina

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